La clave del éxito de un Sistema de Gestión de la Calidad (SGC) estriba en que este evolucione y se adapte a las nuevas circunstancias de un entorno y un mercado cambiantes. No obstante, el proceso habrá de estar debidamente planificado, a fin de conocer cuáles son sus consecuencias potenciales y garantizar que el cambio no comprometa la integridad del sistema.
Para ello, las modificaciones se harán de forma controlada, algo para lo que es imprescindible planificar los cambios y, posteriormente, ratificarlos.
Además, para una correcta gestión del cambio es imprescindible que la organización que apuesta por evolucionar aporte los recursos suficientes para llevar a cabo dicho proceso y que asigne responsabilidades y autoridades. Es necesario, en este sentido, clarificar si es preciso variar los niveles de autoridad para impulsar y materializar el cambio.